Seleccionar página

En el oficio de actor de doblaje siempre ha sido fundamental algo que se llama “hacer sala”. Consiste en asistir como oyente a sesiones de doblaje, lo que permite principalmente ver trabajar a los profesionales, aunque también, con tiempo y la confianza suficiente, solicitar pruebas a los directores, para tratar de conseguir alguna convocatoria (este es el término que usamos cuando nos llaman para un trabajo de doblaje).

Hasta hace algunos años practicamente no existían escuelas de doblaje, salvo la del mítico Salvador Arias. Entonces, hacer sala era un proceso fundamental e ineludible en el camino de todo aspirante a actor de doblaje. Muchísimas horas como oyentes dieron a los que hoy son ya veteranos la posibilidad de ver trabajar a grandes actores y actrices y aprender de ellos.

Hoy en día la situación se ha invertido. En la actualidad existen numerosas escuelas de doblaje, donde cada vez más alumnos luchan por aprender y abrirse un hueco en la profesión. Yo mismo tengo la suerte de ser alumno en Madrid de primeras figuras del doblaje. Sin embargo, ya no es tan sencillo, ni tan habitual, que estas nuevas generaciones acudan como oyentes a los estudios. Por un lado, en buena parte se ha perdido esa cultura de invertir el tiempo viendo trabajar a los veteranos. Pero por otro, los estudios no ofrecen las mismas facilidades. En ocasiones han tenido que limitar el número de oyentes, debido a la avalancha de estudiantes que existen; otras veces los argumentos son de distinta índole.

Yo he podido comprobar en persona lo valioso que es observar a veteranos en el atril, captar sus matices y su manera de enfrentarse a los personajes. Por eso, cuando tengo una convocatoria de doblaje, procuro permanecer en la sala el mayor tiempo posible, aunque ya haya terminado todos mis takes, para seguir observando y aprendiendo.