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Desde mi punto de vista, las películas orientales plantean una dificultad añadida a la hora de ser dobladas. Me refiero a películas de países como China o Japón con actores de carne y hueso. (Sobre el doblaje de la animación japonesa trataré en futuros artículos.)

No cabe duda de que el estilo cinematográfico de estos países es diferente a la narrativa occidental a la que más acostumbrados estamos. En particular a la del cine estadounidense.

Como actor, la principal complicación que encuentro para doblar una película oriental es el estilo interpretativo de sus actores. Basta observar cualquier escena para comprobar en seguida que utilizan una expresión corporal mucho más marcada. Desde nuestro punto de vista es fácil que nos parezca que son muy exagerados y que gesticulan en exceso. Pero no es sino su forma de entender la interpretación, derivada probablemente de artes interpretativas más antiguas, como la ópera china o el kabuki japonés.

Actor japonés de kabuki.

Actor japonés de kabuki.

Lógicamente, toda esa expresividad corporal viene acompañada por una manera similar de declamar los textos. Todo perfectamente coherente. Pero ahí es donde surge la complicación para el actor de doblaje. Respetar fielmente su forma de hablar, con entonaciones tan marcadas, daría como resultado una interpretación que poco tendría que ver con nuestro idioma y nuestra cultura y que podría causar rechazo en el espectador. Sin embargo, tampoco pueden los actores de doblaje limitarse a ofrecernos el texto con tonos más «occidentales» a los que estamos más acostumbrados, ya que esa manera de hablar poco tendría que ver con la expresividad corporal que vemos en pantalla y nuestras voces estarían seguramente muy «despegadas» de sus cuerpos.

La clave, por tanto, está en la adaptación; en encontrar el punto justo de expresividad que ellos manifiestan, pero dentro de un código interpretativo que no nos resulte ajeno. Respetar al máximo el original, trayéndolo a nuestro terreno, a nuestra cultura.

Es una labor complicada y es importante que los actores de doblaje sean versátiles y sepan adaptarse con sutileza a un estilo de interpretación distinto al habitual. Para ello, el director de doblaje juega un papel fundamental, ya que es quien marca el estilo y dirige a los actores en todo momento.

Otro aspecto decisivo para que el resultado sea bueno es el ajuste o adaptación de los textos, que habitualmente es también llevado a cabo por el director. Por supuesto, como en cualquier doblaje, es importante partir de un buen trabajo previo de traducción audiovisual. El ajustador trabaja sobre esa traducción para que el texto que se va a grabar coincida con el movimiento de los labios de los actores originales. Pero una vez más, el trabajo es diferente que con una película occidental. El chino y el japonés son idiomas bien distintos al inglés, francés o alemán con los que habitualmente se trabaja. Por ejemplo, sin bien el inglés es un idioma más «corto» y lo normal es tener que abreviar de algún modo los textos en castellano, con el japonés suele ocurrir lo contrario. En japonés, para transmitir una misma idea, se tarda generalmente más que en castellano; se utilizan más sílabas. Por eso una traducción literal quedaría «corta» sobre la boca del actor japonés. El adaptador debe por tanto trabajar minuciosamente para que el texto cubra toda la boca, incluso a veces añadiendo palabras, pero respetando siempre el mismo concepto e intención que se transmite en el idioma original.

Para un actor de doblaje es abismal la diferencia entre trabajar con un texto bien adaptado, que encaja con fluidez sobre el original, y uno con un mal ajuste, con el que se ve obligado a retorcer su interpretación para que cuadre y conseguir un resultado que nunca es igual de satisfactorio.

Ricky Coello, voz habitual de Jackie Chan.

Ricky Coello, voz habitual de Jackie Chan.

Me gustaría resaltar un par de ejemplos de doblajes de producciones y actores orientales que me parecen sobresalientes.

En primer lugar quiero mencionar a Ricky Coello, quien es la voz habitual en España del actor Jackie Chan. Todos hemos visto en alguna ocasión a Jackie Chan y sabemos que tiene mucha tendencia a gesticular y a marcar con su expresividad corporal las intenciones de las frases. No en vano se formó como actor en la Escuela de Ópera de Pekín. Pues bien, considero que Ricky Coello, el actor que le ha doblado en más ocasiones, hace un trabajo excepcional. Sabe respetar toda esa expresividad sin que nos resulte excesivo, haciendo una adaptación perfecta del trabajo de Jackie Chan y respetando al máximo el original. Puede gustarnos más o menos Jackie Chan como actor, pero tenemos la suerte de poder ver sus trabajos con un doblaje de primera.

Por otro lado, quiero destacar el doblaje de la película china «Ip Man» (Wilson Yip, 2008). Se trata de una gran producción sobre la vida de un conocido maestro de kung fu durante la guerra chino-japonesa de los años 30. Este film tiene un doblaje al castellano magnífico, que de hecho me inspiró la idea de escribir este artículo. Un trabajo de esos que hacen que te olvides de que estás viendo una película doblada, y más aún, que es de una cultura y un estilo bien diferente al que estamos habituados.

Imagen de la película "Ip Man".

Imagen de la película «Ip Man».

El encargado de dirigir el doblaje y adaptar los textos fue Fernando de Luis. Y para llevarlo a cabo contó con un reparto que fue capaz de ofrecernos la película en castellano sin la menor fisura, con interpretaciones muy naturales y un gran respeto por el original.

Del doblaje del protagonista, Donnie Yen (posiblemente el actor más comedido de la película) se encargó un extraordinario Peyo García. Y a su lado estaban otros grandes veteranos como Salvador Aldeguer, Mar Bordallo, Iván Muelas, Roberto Cuenca Rodríguez, Juan Perucho, Claudio Serrano, Miguel Zúñiga o Javier Balas, que hicieron un trabajo al mismo nivel de excelencia. Una película que os recomiendo tanto por su doblaje, como por su calidad como film.

Espero haber desentrañado en parte el proceso de doblaje de una película oriental y que sirva para poder valorar el resultado y distinguir un buen trabajo artístico de otro que no lo es tanto.